Una aventura en el cine inolvidable

Ir al cine es una actividad común para la mayoría de las personas. Escoges la película, te desplazas hasta el cine (ya sea andando, en coche o en transporte público), llegas al establecimiento y, normalmente, compras unas palomitas y una bebida (a menos que las lleves escondidas en la mochila, pillín). Luego, muestras el móvil al revisor para procesar la entrada, entras en la sala y disfrutas de la película. Sencillo, ¿verdad?

A estas alturas, podrías pensar que esta entrada trata sobre las dificultades que enfrentan las personas con discapacidad para disfrutar de momentos de ocio como este: salas sin un espacio adecuado para PMR (Personas con Movilidad Reducida), cines sin sistemas de bucle magnético para personas con pérdidas auditivas, y un largo etcétera. Pero no, este texto no va de eso.

Hoy quiero compartir una experiencia personal que nunca olvidaré.

Hace unas semanas, decidí ir al cine con mi sobrino de siete años. Algo normal, si no fuera porque era la primera vez que hacíamos un plan solos. Antes de ir, practicamos algunas cosas: él debía pagar la comida, además de mostrar mi móvil para enseñar la entrada, lo cual requería aprender a desbloquearlo y abrir la app.

Ensayamos un poco en casa y, sin dudarlo, nos lanzamos a la aventura. El trayecto fue corto y sin barreras, así que pudimos ir andando tranquilamente. Mi sobrino es muy maduro y es un placer hablar con él y hacer cualquier tipo de actividad; siempre se comporta de diez.

Al llegar al cine, nos acercamos al bar y él, de manera autónoma, pidió y entregó el dinero (que yo llevaba en la mano). Con todo ello, nos dirigimos a la entrada de las salas. El pobre no podía sostener el móvil con las palomitas y la bebida en la mano, así que amablemente la revisora le sujetó las cosas para que pudiera desbloquear el móvil y enseñar la entrada. Además, la chica también nos abrió la puerta de la sala y nos acercó un alzador después de pedírselo.

Disfrutamos muchísimo de Gru 4 y, con la alegría de haber hecho un plan solos, nos fuimos a casa. Él se sintió importante al poder ayudarme y yo me sentí nuevamente empoderada.

No es que nunca haya hecho cosas similares (he acompañado al alumnado en excursiones escolares, he ido sola por la calle muchas veces…), pero es verdad que últimamente las ocasiones en que tengo que ser responsable de otra persona son casi inexistentes. Fue un chute de energía y positividad que espero repetir muy pronto.

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Ana Fdez. Sancho

Maestra de Pedagogía Inclusiva ºº Colaboradora en @auladesigual ºº Cofundadora y Preparadora en @lacasaazul (IG)

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