Me gusta el agua fría, no lo puedo evitar. Es una de esas preferencias que se tornan en manías y te definen.
Esto no es algo nuevo, desde siempre he implorado a mi madre que me diera agua “pero fría, por favorrrr🙏”. Ella, cauta y cuidadora, como es, me la daba del tiempo: “te vas a poner mala si no”, me repetía.
En esos momentos yo, desde bien jovencita, reflexionaba sobre la libertad y la autonomía. Son palabras muy grandes, es cierto, pero para mí tenían un significado muy cotidiano y sencillo; se trataba, ni más ni menos, de tener la oportunidad de beber un agua tan fría como el cuerpo lo anhelara.
Hoy en día debo reconocer que mis decisiones se imponen pues, no soy sólo un cuerpo; soy un espíritu que se niega a ser contenido.
En cada trago, me convierto en una rebelde. Porque incluso en la quietud de mi cuerpo, soy libre.
Ojalá esta historia inspire a otr@s a encontrar su propia libertad en los pequeños momentos.